Los profesores tienen otro problema

Solo es un suponer que, tras la decidida irrupción de ChatGPT y sus primos hermanos, los profesores en general (y los universitarios en particular) son conscientes de lo que se juegan. Ante el desafío de las IA, la ya de por sí complicada docencia ofrece varias alternativas: hacer como si no existieran, incorporarlas al aprendizaje o aferrarse a lo tradicional.
Lo comento con un profesor de Políticas de la UB cuyo nombre aquí no viene al caso. Manifiesta saturación y frustración a la vez. Sus alumnos –una mayoría de los cuales pasa de ir a clase– le entregan los trabajos que él encarga haciendo un copiar y pegar de ChatGPT. Ya hay softwares para detectar ese tipo de plagio, pero me explica que él ha aprendido a detectarlo con una sola leída.
ChatGPT se usa en la universidad como antes el Rincón del Vago y los docentes están frustrados
–Cuando pillo la copia, llamo al estudiante. Siempre lo niega. Entonces le pregunto sobre el contenido del trabajo…
–¿Y?, le pregunto.
–No tiene ni idea de lo que está escrito. No ha asimilado casi nada. No sabe redactar eso mismo con sus palabras, ni extraer ideas del texto.
O sea que ChatGPT se convierte en la pócima redentora para no pegar golpe. Nada nuevo bajo el sol, por otra parte, porque la situación ya viene de atrás, con los viejos calcos del Rincón del Vago. Solo que antes se solían compensar las lagunas de conocimiento y ahora estas se arrastran de la ESO a la FP y la universidad. Pero el resultado es el mismo: una manera exprés de sacarse de encima el aprendizaje.
Por otra parte, siempre ha habido docentes que se sacuden a los jetas con aquello de que “chaval, ya te suspenderá la vida”. Antes como ahora, sin IA o con IA, descargar en “la vida” la responsabilidad del conocimiento es una manera de alimentar una sociedad en la que la disputa estará entre la mediocridad y la nada.
Imagen de archivo de un grupo de estudiantes de la UB. Àlex Garcia
En estas líneas hablamos de la universidad, aunque el problema echa raíces antes, en etapas previas. Un estudio de Qustodio advertía este martes que ChatGPT ya se ha colado en los deberes de los escolares de 12 añitos… Y los adultos, en Babia.
Sí o sí la IA obliga al profesorado a adaptar la manera de enseñar y evaluar. No se ha inventado todavía la terapia de conversión de los alumnos en corderitos. Los nativos digitales saben surfear bien esta ola tecnológica que es imparable. Si los docentes se quedan a verlas venir se equivocarán: ha llegado la hora de que tiren ellos también de creatividad y pensamiento crítico. De lo contrario, participarán del borreguismo universal que empieza a imperar.
¿Cómo? Fórmulas, hay. El profesor de Políticas de este artículo ha decidido volver a los exámenes y las evaluaciones orales. A veces, pide a sus alumnos trabajos hechos con ChatGPT que luego corrigen entre todos en el aula. Hacen presentaciones en voz alta. Mucha oralidad y, por qué no, papel y boli para fijar el aprendizaje. A ver si la peña cambia un rato el móvil por un libro. Solo que teme que a sus clases no vaya ni el tato si no amenaza con el suspenso. “Pero al menos dormiré con la conciencia tranquila”… Més